El Mustang P-51 fue uno de los grandes héroes de la Segunda
Guerra Mundial. Entrado en batalla a partir del ecuador de la contienda, la
extraordinaria eficacia de este caza norteamericano contribuyó a inclinar la
balanza a favor de las Fuerzas Aliadas.
La Luftwaffe contaba con avanzada tecnología aérea y
experimentados pilotos. Hueso duro de roer para las Fuerzas Aéreas Aliadas, que
eran irremisiblemente diezmadas en cada enfrentamiento. Todo cambió cuando la
Armada Norteamericana blindó los escuadrones de bombarderos aliados con los
Mustang P-51. Esta novedosa escolta, portadora de seis ametralladoras y
capacidad de anclaje de más de 900 kilos de bombas por unidad, resultó funesta
para las Potencias del Eje.
En apenas unos meses, el ejército del aire alemán se reveló
inoperante ante la extraordinaria potencia devastadora, versatilidad aérea y
prestaciones técnicas de la flota de Mustangs norteamericanos. Utilizados
también para ataques terrestres, los P-51 no tardaron en abrir brecha en los
frentes del oeste de Europa, Italia y el Pacífico.
Finalizada la contienda bélica, estos aviones se
convirtieron en objeto de deseo de numerosas potencias. A finales de los años
40 y década de los 50, los Mustang P-51 engrosaban las armadas de países como
Francia, Italia, Holanda, Canadá, República Dominicana o Uruguay, entre otros
muchos.
Hoy en día existen multitud de estos aparatos en manos de
coleccionistas que aún los conservan en condiciones de ser volados.
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