Durante los primeros años del siglo XX, París vivió sumida
en una fiebre inédita por la Aviación. La capital francesa era, por aquel
entonces, un hervidero de diseñadores y constructores de primitivos aeroplanos,
que no dudaban en lanzarse a las alturas a bordo de sus propias creaciones, con
mayor o menor fortuna. Entre estos fervientes pioneros sobresale la figura de
Louis Blériot.
Tras una exitosa carrera en el sector automovilístico, Blériot
se entregó apasionadamente a la creación de aeroplanos a partir del año 1903,
labor que nunca abandonaría. Ingenioso fabricante e intrépido piloto, Blériot
se encargaba de todo el proceso: diseñaba, construía y se embarcaba en sus
propios inventos.
Una decena de modelos aeronáuticos con sello Blériot se
sucedieron con éxito variable entre 1903 y 1905. La gloria llamaría a las
puertas del incansable ingeniero y aviador el 25 de julio de 1906 cuando aceptó
el desafío del diario británico Daily Mail, que había ofrecido 1.000 libras al piloto
que consiguiera cruzar el Canal de la Mancha.
En aquella histórica fecha, Louis Blériot realizó el
trayecto entre Calais y Dover en 37 minutos de nefasta visibilidad, clima
adverso e incluso problemas técnicos en su monoplano, el Blériot XI. Nunca
antes ningún aviador había sobrevolado la superficie marítima que dividía a dos
países. La hazaña catapultó la carrera aeronáutica de Blériot. Entre sus logros
posteriores, destaca la creación de una importante empresa de aviones y la
obtención de numerosos premios y distinciones, como la de caballero de la
Legión de Honor.
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