miércoles, 8 de abril de 2015

Normandía, segunda jornada parte 3: Cementerio alemán de La Cambe.

La tercera parte de la segunda jornada de la visita de Xabier a Normandía. El cementerio alemán de La Cambe, menos conocido que el de los soldados americanos. Como dice el monolito de su entrada, la mayoría murieron sin saber ni el motivo por el que luchaban. Un lugar para el recuerdo y la reflexión.


Para terminar la jornada, nos llegamos al Cementerio Alemán de La Cambe. De todos los momentos vividos en nuestro viaje de una semana a Normandía, sin duda la visita a este lugar fue el más intenso y emocionante. Se trata del cementerio alemán más grande de los 6 que existen en la región. Contiene los cuerpos de 22.000 militares germanos, la gran mayoría de ellos caídos en la playa de Omaha. Faltan palabras para describir lo que se siente después de la visita.

Se encuentra muy cerca de Bayeux, en un lugar discreto, recogido y muy bien cuidado, gracias a la labor de la VDK, Organización Alemana para la Conservación de Cementerios de los Caídos de Guerra, asociación humanitaria que se encarga del mantenimiento de las tumbas de las víctimas de guerra, dado que Alemania, al contrario de otros países, no asume oficialmente este coste. Cosas de ser vencedor o vencido…
Entrada al cementerio.
El caso es que todo, desde la misma puerta de entrada, te encoge el corazón. Se trata de una sencilla y estrecha puerta, junto a la que nos encontramos un tótem con un breve texto en francés, inglés y alemán que reza: 
EL CEMENTERIO ALEMÁN DE LA CAMBE – EN EL MISMO SUELO DE FRANCIA
Hasta 1947 fue un cementerio americano. Sus restos fueron exhumados y transportados a Estados Unidos. Fue alemán desde 1948 y contiene más de 21.000 tumbas. Con su melancólico rigor, es un cementerio de soldados que no siempre pudieron elegir la causa ni el combate. Ellos también han encontrado descanso en nuestro suelo de Francia. 
Tótem de la entrada.
Una vez te adentras en el recinto, te encuentras una gran extensión de césped con un túmulo central al que se puede subir para contemplar desde él las casi 11.000 pequeñas lápidas, de unos 30 cm. de lado, perfectamente alineadas, en cada una de las cuales se encuentran los datos de 2 militares alemanes. 
Túmulo central al que se puede subir y contemplar toda la extensión del camposanto.
Una de las 11.000 losas que pueblan el lugar. Sencillez y austeridad.
Lamentablemente, no todos los enterrados pudieron ser identificados, por eso, en numerosas ocasiones, simplemente leemos “Un soldado alemán”. Como en la mayoría de los casos la fecha del fallecimiento corresponde al verano de 1944, estremece calcular las fechas de nacimiento y comprobar que muchos tenían menos de 20 años cuando murieron. 
Losa con uno de los soldados sin identificar.

Cada pocos metros, se encuentran grupos de cinco cruces de piedra, bajas y gruesas, toscamente esculpidas, que junto a las discretas lápidas, dan el ambiente del sobrio y riguroso carácter alemán. 

Algunas de ellas tienen una tradicional coronita de piñas, dejadas, seguramente, por algún familiar. 

El silencio y el recogimiento, junto al inmenso sentimiento de respeto que sentimos por todos y cada uno de los que allí reposan, sean desconocidos o identificados, hacen que se erice el vello y se nuble la vista. Ningún símbolo, ninguna insignia, ninguna señal. Solamente losas con nombres de los “perdedores” en un cuidado césped. 

Mi mujer y mi prima desde fuera del recinto. Se puede observar que no hay muros ni vallas. Una pequeña mota cierra el lugar.
Tras la visita al camposanto, podemos visitar una sala donde la VDK muestra su labor en los otros cementerios de Rusia, España, Túnez  y Alemania, junto a una pequeña muestra de lo ocurrido en esos lugares. Algunas fotos son impactantes, como aquella en la que se ve a un grupo de prisioneros alemanes, capturados tras el desembarco: La mayoría no tendrán más de 16 años…

Por último, un pequeño vídeo donde puede apreciarse el aspecto  y extensión de este cementerio:

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